¿Qué significa sentirse hipotiroidea?

Descubre cómo la incomprensión de tu entorno hacia lo que significa sentirse hipotiroidea puede hacerte mella. 

El título inicial de este artículo era «¿Qué significa ser hipotiroidea?». Sin embargo, he decidido que no quiero seguir potenciando la identificación personal con nuestra condición de salud, en este artículo te hablo de lo que significa sentirse hipotiroidea. Antes de empezar quiero que tengas muy claro lo siguiente:

  • No somos nuestro diagnóstico.
  • No somos hipotiroideas.
  • No somos Hashimoto.

Somos personas con un diagnóstico crónico que vivimos nuestros síntomas de forma silenciosa, y muchas veces silenciada por el sistema sanitario imperante.

¿Sería diferente si no se tratara de una condición que afecta de forma mayoritaria a las mujeres? Mi teoría es que sí. Creo que si esta enfermedad afectara de forma más equitativa a ambos géneros sería más estudiada y se tendría más en cuenta el complejo cuadro clínico que acarrea. O quizás no, y estoy sesgada por mi experiencia como paciente y como profesional de la salud. En cualquier caso, vamos a seguir con el objetivo de este artículo.

¿Te sientes como la Nicole Kidman hipotiroidea?

Vivir padeciendo hipotiroidismo es como estar en la piel de aquel personaje de Nicole Kidman en la película Los otros: el fantasma eres tú, solo que aún no lo sabes. De la lista siguiente, descubre qué significa sentirse hipotiroidea en tu caso (puedes ir marcando las que te resuenen):

  • Tú sigues con tu vida, tus obligaciones, tus rutinas, pero hay un desajuste entre cómo percibes la realidad y cómo la vives, que muchas veces te desborda.
  • Transitas el día a día sin sentirte bien en tu propio cuerpo.
  • Tienes momentos en los que, a base de fuerza de voluntad, cumples con lo que te has comprometido, pero luego estás tan agotada que te quedas sin energías para hacer nada más.
  • No puedes pensar con claridad, sobre todo a primera hora del día, a media tarde y a última hora.
  • Te levantas con la mente espesa y el cuerpo embotado. Lo sientes contracturado muy a menudo.
  • Te cuesta recordar aspectos de tu día a día que antes controlabas sin problemas.
  • Cuando te dices: «De eso ya me acordaré», pero no te lo apuntas, te olvidas al cabo de cinco segundos.
  • Tienes la energía justita para cumplir con el trabajo y las obligaciones imprescindibles, pero luego no te quedan fuerzas para disfrutar.
  • A menudo piensas: «¿Cómo voy a hacer planes extra si ya me he vaciado cumpliendo con lo básico?».
  • Varias veces por semana te das cuenta de lo mucho que hay que hacer en casa o en el trabajo, y te sientes abrumada porque crees que nunca llegas a todo.
  • Pasas por momentos en los que quieres hacerlo todo perfecto porque tienes un repunte de energía —‍te sientes por unos instantes como antes de que todo esto llegara a tu vida—, pero luego te quedas tan agotada que ya no puedes ni disfrutar las últimas horas del día (que en teoría deberían ser de descanso y de desconexión).
  • Hay muchas cosas que te sientan mal, tanto alimentos como emociones mal gestionadas.
  • Pasas épocas de estreñimiento y las alternas con heces pastosas.
  • Las cándidas se adueñan de tu vagina, en especial los días antes de la regla.
  • Te sientes hinchada como un globo después de comer y, sobre todo, al final del día.
  • Te cuesta concentrarte, pensar con claridad, rendir como solías hacerlo antes.
  • Cuando haces algo de ejercicio intenso terminas para el arrastre, y prácticamente no puedes hacer nada más ese día ni al día siguiente.
  • En tu memoria hay una huella con los nombres, lugares, fechas y datos que necesitas recordar, pero no consigues verlos con claridad, ni que estén a tu disposición cuando los necesitas.
  • Después de comer, sientes que necesitas una siesta para poder rendir un mínimo por la tarde.
  • Te levantas de la siesta algo recuperada, pero con ansia de comer dulce.
  • Esa especie de alien que te pide comer muy dulce o muy salado, según el día y la hora, suele asomar la cabeza a media tarde, cuando aprieta el cansancio. Allí está él pidiéndote que le des de comer.
  • Sabes que, si le das de comer lo que le apetece, luego te sentirás peor, tendrás remordimientos y te castigarás cenando poco (o no cenando).
  • Puede que a medianoche te entre un hambre insaciable, salgas de la cama y acabes atracando los restos de la cena o incluso un bollo o lo que haya en la nevera. Y luego vuelven los remordimientos que te llevarán a hacer compensaciones.
  • Incluso cuando lo haces bien, hay noches que casi no duermes por malestar digestivo. No sabes por qué.
  • Te despiertas molida a palos, las horas transcurren muy lentas en la cama. Todo lo intuyes terrible y hay mil problemas que te atormentan.
  • Sabes que, si al día siguiente tienes que madrugar, esa noche dormirás fatal por la ansiedad. Y tu mente y tu cuerpo estarán como si te hubiera pasado un camión por encima.
  • Si un día sales y comes de más o te pasas con el alcohol —o lo mezclas con pasta, pizza o azúcares—‍, esa noche la pasarás en vela.
  • De hecho, toleras fatal el alcohol y enseguida te sube. Luego la resaca te dura lo que no está escrito.
  • Incluso te ha pasado que, tras una cena algo extraordinaria, no has podido dormir de los pinchazos en la barriga, escalofríos en la espalda o ganas de ir de vientre, que se han materializado en unas heces blandas y pestilentes.

«Eso será síndrome del intestino irritable». Cuando en realidad te sientes hipotiroidea en todo el cuerpo.

Acudes al médico y te dice que todo es normal, que quizás sea una infección estomacal o bien que tienes algo muy habitual: intestino (o colon) irritable.

  • Incluso puede que te hayan hecho pruebas y hayas salido intolerante a la lactosa o a la fructosa.
  • Has hecho dietas bajas en algún alimento y al principio mejoraste, pero al cabo de un tiempo retrocedes.
  • Con la llegada del otoño todo se tiñe de pesimismo, y tú te sientes morir un poquito más en esa estación.
  • Sigues sin saber qué hay de malo en ti que te impide encontrarte bien.
  • Añoras la persona que solías ser, el silencio en el cuerpo y el bienestar de no tener que preocuparte por cómo te sentirás mañana.
  • El invierno avanza y es la peor estación. No toleras el frío, te duele todo con su llegada. Te haces pequeñita. Te harías una bolita y no saldrías al mundo exterior. Te quedarías en un rinconcito hibernando, y quizás así te recuperarías por fin para cuando llegara la primavera.
  • Ha llegado un punto en que esa fatiga que sientes se ha adueñado de tu voluntad.
  • No es un cansancio que se recupere descansando; es un cansancio celular.
  • Con la llegada del buen tiempo, te gustaría tener más energía y ganas de practicar actividades al aire libre, pero sigues estancada (o incluso peor que el año anterior).

Tus analíticas están bien. Pero tu sigues sintiéndote hipotiroidea ¿verdad?

Acudes al médico y te dice que todo está normal, que si estás cansada es astenia y que tus analíticas están bien. Que te tomes la pastilla y que no te quejes o que vayas al psicólogo. Te hablo más sobre este tema de las analíticas correctas mientras que tú te encuentras fatal aquí.

No obstante, tú intuyes que hay algo que no encaja en tu vida. Incluso tus menstruaciones están alteradas. Algunas veces han sido reglas muy cortas; otras, ciclos en los que ni siquiera te viene. A veces tienes manchas marrones antes de que te venga. En ocasiones, han sido muy dolorosas y te sientes fatigada los días antes de menstruar. Para el dolor te recomiendan ibuprofeno. Estás harta de que la única solución a los dolores sea tomarte un antiinflamatorio (además, has leído que es malo para la salud de tu intestino).

Tienes dolores de cabeza. Dolores articulares que te recuerdan a los achaques de tu abuela. Dolores musculares y contracturas cuando haces algún esfuerzo extra, o incluso sin hacerlo.

Y esa hinchazón de piernas con el calor. Esos párpados hinchados como un pulpo a primera hora de la mañana. Y esa joroba que te está saliendo de tanto aguantar el peso de una vida agotadora.

Notas una opresión en la garganta. Una especie de grito que no puede salir. Sigues sintiéndote hipotiroidea.

El cuestionamiento al enfoque convencional del hipotiroidismo.

Una sociedad que desprecia el sufrimiento evitable de las personas con hipotiroidismo (o cualquier otra enfermedad crónica) no es una sociedad sana.

Por eso has empezado a indagar, a preguntarte si quizás haya algo que esté en tu mano hacer para encontrarte mejor. Quizás todas estas alteraciones tienen que ver con la causa raíz de tu estado de salud. Esa causa raíz parece estar oculta a los ojos del sistema de salud que te atiende, pero tú la intuyes. Y no te vas a conformar. Estás harta del ninguneo hacia los síntomas que sientes de forma tan cruda en tu cuerpo.

Has decidido retomar el control de tu salud y tu vida.

¿Qué significa sentirse hipotiroidea?

Lecciones aprendidas:

1. El hipotiroidismo no te mata rápido; es una enfermedad insidiosa que puede tardar años en diagnosticarse. 

Se calcula que, de media, el diagnóstico suele tardar de diez a quince años. La razón es doble: por un lado, los síntomas del hipotiroidismo son poco específicos. Por otro lado, los rangos de valoración de la TSH están tan desactualizados que hasta que no estés muy mal no te darán la razón ni te diagnosticarán. Además, no suelen indagar más allá de este valor (la TSH) y que refleja muy poco de tu calidad de vida con hipotiroidismo (como indica este estudio). Se trata de un valor parcial, cuando en realidad deberían comprobar el panel completo: TSH, T4L, T3L, anticuerpos antitiroideos (anti-TPO y anti-TG).

Además, intuyo que la invisibilización de nuestra enfermedad se debe, en parte, a que se trata de una condición que afecta en su gran mayoría a las mujeres y da síntomas genéricos. Así, mientras la práctica clínica siga sesgada por parámetros de género, se nos seguirá ninguneado e infantilizando.

Dentro de este marco conceptual del hipotiroidismo, que es tan parcial, siempre existirá una explicación paternalista para menospreciar nuestros síntomas: «Eso será porque estás muy estresada o porque estás criando a los hijos o porque trabajas fuera y dentro de casa o porque tienes a personas mayores a cargo o porque no te puedes quedar embarazada o porque tus reglas te drenan mucha energía…». Y, claro, desde este punto de vista, es normal que las mujeres con hipotiroidismo estemos siempre mal y que debamos aceptarlo como algo natural.

No es natural, solo es algo normal para una ciencia heredera de años de hegemonía masculina que no tiene en cuenta ni las diferencias entre géneros ni las características específicas de la salud de la mujer.

2. El hipotiroidismo se cuela en todos los ámbitos de tu vida.

El hipotiroidismo no solo condiciona tu vida hoy, sino que impide tu avance personal y tu desarrollo profesional futuros. Te hace más propensa a la depresión, te da mala noche y peor despertar, agota tu cuerpo y nubla tu mente.

Subyace a muchos problemas de fertilidad, caída del cabello, malestares intestinales, dolores crónicos, migrañas, fibromialgias y otras enfermedades de componente autoinmune, como endometriosis, psoriasis, enfermedades inflamatorias intestinales (Crohn y colitis), lupus, artritis reumatoide, etc.

3. El hipotiroidismo es (marca con una X todas las afirmaciones que se apliquen a tu caso) y te hagan sentir hipotiroidea:

  • Sentir que el cuerpo no puede llegar donde solía hacerlo.
  • La sensación de resaca instaurada de forma permanente en tu cuerpo (sin tomar ni gota de alcohol).
  • Habitar un cuerpo que se ha convertido en un desconocido.
  • Meterte en la cama agotada y tener los ojos abiertos como platos y los músculos tensos como resortes.
  • Levantarte al día siguiente más cansada de lo que te acostaste.
  • Querer jugar con tus hijos, nietos o sobrinos y no poder.
  • Sentir que tu pareja tiene ganas de hacer el amor y a ti no te apetece casi nunca.
  • Querer aprovechar el fin de semana y que te cunda solo para ordenar media estantería.
  • Querer explicar cómo te sientes y ser incapaz de hacerlo.
  • Cargar con un cuerpo pesado y una mente ansiosa e ineficiente.

Si has marcado más de tres, ha llegado el momento de aprovechar esta oportunidad que te ha brindado la vida para convertir tu enfermedad en tu brújula.

4. Convierte tu enfermedad en tu brújula vital y deja de sentirte hipotiroidea.

Lo bueno de esta enfermedad es que te guía en tu camino. Cada vez que te desvíes de la recuperación, tu cuerpo te avisará trayéndote síntomas antiguos o presentándote nuevos. Cuando mejores, te recompensará con un estado de vitalidad como hacía tiempo (quizás años) que no sentías. Quizás no sea todo lo fácil y rápido que te gustaría, pero te puedo asegurar que será el mejor proceso de crecimiento personal de tu vida.

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Enlaces a estudios científicos:
Morón-Díaz, M., Saavedra, P., Alberiche-Ruano, M.P. et al. Correlation between TSH levels and quality of life among subjects with well-controlled primary hypothyroidism. Endocrine 72, 190–197 (2021). https://doi.org/10.1007/s12020-020-02449-4

 

 

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